GRITO POR LA PAZ
A todos los callados me dirijo,
a las gentes sin voz, a los sin nombre,
a esa inmensa y piadosa mansedumbre:
pedid la paz a gritos, con palabras
de sangre, desde el punto más interno
de vuestro mundo, desde el centro mismo
del sentir y el pensar, como estallido
primigenio de goce y de dolor,
como una contagiosa y hechizante
canción de Orfeo, mágica y salvífica.
Escupid contra todas las falacias
de las salvajes fieras ambiciosas,
contra la dulce y vana melodía
de los encantadores de serpientes.
Clamad desde el hastío, desde la otra
orilla, desde el límite preñado
de todas las verdades, desde el púlpito,
desde todas las ciencias, desde el arte.
A ver si así revientan los malditos.
© Diego Alonso Cánovas
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